Me acerco a la barra de este podrido lugar, nunca he estado en él y sin
embargo me resulta tan familiar como el sucio retrete que acompaña mi
habitación de motel.
Pido lo mismo que llevo pidiendo desde que empecé a beber cada noche, y
me acomodo en la barra junto a una tropa de perdedores que sólo dios sabe en
que callejón tirados en el suelo estarán cuando el sol haga su aparición.
Tan sólo espero comodamente disfrutando del trago, de esa canción que
suena que siempre me gustó, junto a la
dulce tensión de cuando realmente empezará la diversión.
Y cuando el aburrimiento está a punto de llegar, sucede, ahí está,
sonido celestial, los gritos que preceden a la bronca, y la chica indefensa de
la que se quieren propasar, que sólo desearía que alguien la pudiera ayudar,
igual que sucede en cientos de pelis, pero esta vez siendo realidad.
Como si de un galán de cine negro se tratase hago mi entrada, sólo que
más feo y vistiendo peor, y comienza la violencia que tanto esperé, la sangre
se deja ver y en cuento menos lo espero todos están ya en el suelo menos yo.
La chica viene corriendo a abrazarme, otra noche más soy yo el
triunfador. Parece que para mí y para ella esta noche aún promete mucha
diversión.
A traves de la ventana de la habitación de la Dulcinea de esta ocasión
veo que el amanecer comienza a hacer su aparición. Me levanto y me dispongo a
irme a mi guarida a descansar, y entonces ella me pregunta si no me volverá a
ver jamás, si mañana por la noche no puedo volver a quedar. No digo nada, le
sonrio y ella ya lo puede imaginar.
Mañana será otra noche más, otro bar más, la misma gente con distintas
caras y entre todos ellos yo, buscando lo mismo de siempre, buscando un poco de
diversión.
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