lunes, 8 de agosto de 2016

FÁBULA: EL NARANJO

Un niño paseaba por un prado todo verde, era un lugar hermosísimo. El niño era feliz, corriendo, saltando, riendo por ese lugar, y en una de sus carreras vislumbró un árbol.

El niño fue corriendo hacia él, tenía mucha hambre, y ese árbol le podría dar ese fruto que le mitigaría esa sensación. Cuando llegó se encontró un naranjo lleno de sus respectivos frutos, pero el niño sentía la necesidad de una manzana. Era absurdo, pero el niño estaba convencido de que si se empeñaba y lo deseaba con todas sus fuerzas rebuscando encontraría dicha manzana. Después de horas de busqueda no encontró ninguna y se quedó dormido debajo de ese árbol.

El despertar no le quitó las ganas de ese fruto que parecía ilógico encontrar ahí, y siguió buscando entre todas las naranjas con idéntico resultado. Entonces el niño se dio cuenta que en ese momento no encontraría esa manzana, pero que si esperaba ese naranjo al final le proporcionaría dicho fruto en algún momento, ya que él lo deseaba muchísimo. Así pasaron los días, y no veía que apareciera ninguna manzana, mientras que su tristeza se iba haciendo cada vez mayor. Llevaba días sin comer, estaba obsesionado con esa manzana, y cada día estaba más débil.

Pasaron semanas, el niño sentía que no aguantaría mucho más, se empezaba a dar cuenta de que pretendía algo imposible pero no quería desistir, y entonces las fuerzas le fallaron y se desplomó en el suelo.
Medio aturdido sintió unos brazos que le ayudaron a levantar, era un hombre pequeño de largo cabello y abundante barba; este hombre le preguntó al niño:

- Qué le ocurre pequeño muchacho?

A lo que el niño respondió que ansiaba una manzana y no la podía conseguir.

El viejo le dijo "da unos pasos a la derecha para que el tronco de ese árbol no te moleste a la hora de mirar"

El niño le hizo caso, y sin ese tronco que le tapaba la visibilidad de todo lo que el prado le podía ofrecer, vio otro árbol al fondo, y este era un manzano lleno de apetitosos frutos. El niño sonrió, fue corriendo hacia el manzano, y a mitad de camino se paró, giró la cabeza y se dijo, creo que prefiero una naranja.

                                               

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