lunes, 4 de agosto de 2014

Mis diez amigos (1)

La beso, le digo que es un regalo, el mejor que obtuve en mil años, le digo que empiezo a creer en Dios, por aquel que ella lleva más de diez años dando su vida, sólo él podría haber creado algo tan bello... duda, llora, pero no aguanta, se abandona en la cama para que le de los mayores placeres, para conocer el verdadero cielo... lo conoce sin duda alguna.

Me dice que me ama como nunca ha amado, ni siquiera a Dios lo ha querido así... él no le pudo dar un placer como el que anoche pudo vivir; me dice que dejará todo , que cambiará su vida; me abraza, me besa, me mira, un beso eterno que certifica la unión que yo quiero. Me comenta sobre su hermano, el único familiar que le queda... me lo debe presentar , es muy importante para ella, y si lo es para ella lo es para mi, me dice que le caeré bien, que no tenga miedo, que es muy protector con ella, pero que le encantaré... seguro que lo haré.

El hermanísimo es un tipo grande, vive en un autentico palacio, la seguridad es mayor que en la casa blanca, , y entonces me ve, y se queda atónito ... no se que le pasa, no soy tan feo. No sabe como reaccionar, me dice que no lo podía imaginar, los dos miembros de seguridad que le acompañan en la habitación intentan sacar revólveres pero nadie es más rápido que yo, ni Clint Eastwood en la trilogía del dólar lo sería, y por tanto caen antes de que ni desenfunden.

Con el hermanísimo tardo algo más mientras mi bella monja no entiende nada. Mientras le apunto a la cabeza, le digo a ella que no había otra forma de entrar en esta fortaleza, que tengo mis motivos, que Dios no es vengativo pero que creo lo entendería si le contara la historia... le apunto en la sien, mientras el tipo solloza y me dice que no pudo hacer nada, que estuvo obligado a hacer lo que hizo... le digo que a mi nadie me obliga, y que si puedo hacer algo, mientras suena un estruendo en forma de bala y él cae al suelo con la cabeza destrozada llenando todo de sangre, quedan nueve más.

Ella llora mientras lo abraza, me maldice ... me odia... le digo que qué maneras son esas para una mujer de Dios, que me confieso, que rezaré tres padres nuestros, y que no llore, que la utilicé pero le hice pasar el mejor rato de su vida, que cuando me odie mucho recuerde eso ... ya sólo me queda mandarle un beso.

Tacho de mi lista el primer nombre... quedan nueve, sufrirán... lo pagarán, pero sobre todo... morirán.

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