martes, 11 de marzo de 2014

UNA VEZ MÁS

Intento soportar la noche más cálida que recuerdo en un viejo cuchitril, el viejo ventilador se apaga y enciende a su antojo, y de mi cara caen gotas de sudor que forman un pequeño charco en el suelo, y entonces suena el teléfono, por primera vez en mucho tiempo.

Soy un solitario, nunca recibo llamadas, descuelgo el teléfono, oigo su voz, no puede ser que otra vez me ocurra esto.

Hace dos años de la última vez, y aún hoy estoy roto por dentro. Lo fue todo para mí, lo sigue siendo, eso es lo que me da miedo. Me pide ayuda, me dice que sólo yo puedo salvarla, me dice que me quiere, que esta vez todo será diferente.


Me dice que van a por ella, que nadie más se puede enterar, que soy su última esperanza, me dice donde está, me cuelga, no me da ninguna explicación más, nunca lo hará.

Paseo inquieto por la habitación, le doy mil vueltas a la cabeza, me digo que no debo caer, que me destrozará otra vez, me digo que no me importa lo que le pase, me intento engañar, ni por un segundo lo consigo lograr,  me visto rápido, mañana estaré destrozado, hoy eso ya me da igual.

Tomo las llaves del coche, es un descapotable, soy un estúpido, debo llegar muy rápido. En la guantilla está mi revolver, cuando ella me llama, siempre puede ser necesario.

Llego a su casa, la puerta está abierta y ella ahí está sentada, está tranquila, como si no ocurriera nada, se levanta, me mira, me besa , me abraza, me dice que ya es la hora, mientras se empiezan a escuchar sirenas. No se que ocurre, nunca lo sabré, pero con su beso me basta para no preguntar, y sólo actuar.

Le digo que se esconda, mientras el primero que entra se lleva de regalo en su estómago una de mis balas. Son varios pero ya nada me importa. No son unos cualquieras, son gente preparada, yo sigo disparando, ellos siguen cayendo, ellos siguen muriendo.

La tomo de la mano, le digo que nos vayamos rápido, al amanecer saldrá el tren, y nunca más nadie nos podrá volver a ver. Mientras tanto pasaremos la noche en un motel.

Me da las gracias, de muchas maneras, en estos momentos pienso que todo mereció la pena.

Está amaneciendo, sube al tren, me dispongo a subir con ella yo también, me para con su mano, me dice que no puedo ir con ella, me besa y me dice hasta luego, sé que habrá momentos en que hubiera preferido un adiós. El tren arranca, y a ella la veo por la ventana, ni por un instante me mira mientras se aleja el tren.

Me prometo que no me volverá a ocurrir, me intento engañar, ni por un segundo lo consigo lograr, cuando me llame me volverá a destrozar, cuando me llame, ahí estaré una vez más.





1 comentario:

  1. Esta era la legendaria primera historia que me lei de ti Albert. Ahora la he vuelto a leer y me doy cuenta que además de estilo también sabes hacer rimas legendarias, ojala te hubieses marcado una en el red heat.

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